Cada vez hay más personas entre ustedes que nos hacen la pregunta. ¿Deben conservarse los probióticos en el frigorífico para sobrevivir? ¿Y si es así, puede el envío por correo de estos mismos probióticos resultar fatal para éstos?
La pregunta es legítima. Como los microorganismos que se desarrollan en nuestro intestino evolucionan en un medio hostil, que se aproxima a los 38° C, no se acaba de comprender por qué habría que conservarlos en el frigorífico. Para aclarar todo esto, retrocedamos un poco al momento de la fabricación de un complemento de probióticos.
Usted seguramente habrá oído decir alguna vez que un probiótico debe proporcionarmil millones de microorganismos viables como mínimo (se habla de “CFU” – del inglés Colony forming units – Unidades formadoras de colonias) por cápsula. Mil millones parece una cantidad astronómica, pero en realidad no es gran cosa en comparación con los 100.000 millones de microorganismos que viven en nuestro tracto digestivo. Éstos forman una comunidad microbiana muy compleja (1-2) que se comunica permanente con nuestro organismo y con cada uno de los miembros que lo componen (3). Unos viven en el colon, otros prefieren zonas más oxigenadas, como el duodeno o el íleo, mientras que algunos irreducibles prefieren el estómago. Cada uno tiene sus pequeñas preferencias. Hay que decir que el tracto digestivo ofrece una variedad espectacular de hábitats para bacterias en busca de calor, de humedad y de alimento.
La riqueza y la posición estratégica de nuestro tubo digestivo permiten albergar ecosistemas muy estables: en una persona saludable, la composición de su flora intestinal no se modifica fundamentalmente a lo largo del tiempo. Pero pueden producirse variaciones puntuales o prolongadas y hacer funcionar mal al sistema: una ingesta de antibióticos, un estrés agudo o crónico, un cambio súbito de régimen alimenticio, nuevos hábitos de vida, una patología particular (4) … Estos acontecimientos contrarían considerablemente a los ecosistemas establecidos, y presentan una oportunidad a microorganismos patógenos de beneficiarse de la situación. Cada día, aproximadamente 10 mil millones de bacterias y de levaduras de origen alimentario son lanzadas al estómago. Las que sobreviven a este bautismo de fuego son a continuación barridas si las comunidades microbianas instaladas a lo largo del intestino son solidarias y florecientes. Pero si un desequilibrio pasajero o crónico las ha fragilizado recientemente, es una ocasión ideal para que el patógeno superviviente se instale en una zona no ocupada… Es entonces cuando pueden aparecer los problemas intestinales, y es en ese preciso momento cuando los probióticos son más eficaces.
Un probiótico no está destinado a colonizar la mucosa intestinal de forma duradera . Ciertas cepas pueden desarrollarse durante algunas horas, otras durante algunas semanas (todo depende de la duración de la cepa), pero en general, los efectos de los probióticos cesan poco tiempo después del cese de la ingesta de los complementos. Sin embargo, este tiempo de acción es ampliamente suficiente para realizar acciones beneficiosas medibles. Algunos de éstos van a secretar sustancias antipatógenas (peróxido de hidrógeno, bacteriocinas, antibióticos naturales), otros van a disminuir la acidez del medio o limitar la adhesión de los intrusos a las células epiteliales… Algunos van incluso a interactuar con células hospedadoras para provocar la secreción de mucosidad o aumentar la producción de ciertas inmunoglobulinas (5) … Se observan generalmente cuatro grandes efectos beneficiosos:
La mayoría de las veces – según los resultados de la investigación – los microorganismos probióticos deben estar vivospara actuar.
Sólo ”la mayoría de las veces”, porque en ciertos casos, la administración de probióticos no vivos basta para generar efectos beneficiosos. Por ejemplo, cuando usted consume probióticos no vivos de tipo L. rhamnosus, usted ingiere el conjunto de los componentes celulares de la bacteria. Ésta no tiene ninguna posibilidad de secretar nuevas sustancias ni incluso de reproducirse en su tubo digestivo, ¡pero aun así algunos de sus componentes pueden actuar! De tal manera que la lactasa que ésta contiene naturalmente puede participar en la hidrólisis de la lactosa (6) y por tanto ayudarle a usted a digerir mejor la leche, y a la vez, reducir su sensación de malestar digestivo. El ADN de la bacteria, una estructura muy resistente, puede también influir en vías de señalización celular que podrían combatir la inflamación del intestino. La cepa de Lactobacillus reuteri contenida en H. Pylori Fight tiene tendencia a agregarse a la bacteria tóxica Helicobacter pylori en el estómago, lo que permite neutralizarla y reducir su carga. Ésta no tiene necesidad de estar viva para lograrlo.
No obstante, “la mayoría de las veces”, éstas deben estar vivas para realizar su acción beneficiosa. Y más exactamente, deben estar vivas en el momento en que penetran las vías intestinales . Esto implica que éstas sobreviven a los movimientos de vaciado del estómago, a las secreciones de ácidos, a las enzimas más agresivas, a la violencia del esfínter pilórico, al contacto de la bilis (7) … ¡Pero también al procedimiento de fabricación, a la encapsulación y al almacenamiento!
El hecho de que los probióticos deban llegar “vivos” al intestino no es ningún placer para los laboratorios. En el momento de la cosecha, después del procedimiento de fermentación, los probióticos están perfectamente saludables, pero ¿cómo mantenerlos vivos hasta que lleguen al consumidor? ¿Cómo enviarlos a todos los rincones del mundo sin que fallezcan? No se puede esperar mantener vivos a probióticos en un frasco: lejos de su entorno natural y sin alimento, éstos no durarían mucho. Realmente, sólo hay una solución realista: hay que deshidratarlos . El agua es un límite a la estabilización de las células a largo plazo, ésta es la que mantiene las reacciones bioquímicas necesarias para la vida (8). Sin agua, el tiempo se detiene. Las bacterias dejan momentáneamente de vivir, sus necesidades de oxígeno y de azúcar se interrumpen, son “inactivadas” hasta el momento en que éstas sean rehidratadas.
La deshidratación es una valiosa idea, pero la operación es delicada: ¡el agua constituye el 70 % del volumen de las células! Para lograrlo, hay dos técnicas principales: la atomización y la liofilización. La primera es la opción menos costosa. Se hacen pasar las células probióticas por un flujo de aire muy caliente y en general ¡eso es todo! Sin embargo, ésta es también la opción menos interesante porque el aire caliente va a degradar considerablemente las membranas, las proteínas y el ADN de nuestros probióticos (9), de manera que cuando éstas se rehidraten, no tendrán prácticamente ninguna probabilidad de funcionar normalmente. La segunda solución es más costosa, pero es la que conserva mejor las células (10). Es una técnica que permite deshidratar los probióticos a baja temperatura y a baja presión. Primero se congela el agua, luego se sublima (es decir que se la hace pasar instantáneamente de estado sólido a estado gaseoso), lo que permite eliminar la casi totalidad del agua sin exponer las células a temperaturas imprudentes. Ya que, no lo olvidemos, el objetivo no es solo deshidratar nuestros probióticos, sino que también hace falta asegurarse de que éstos van a ser capaces de retomar una vida normal cuando sean rehidratados. Esta condición depende enteramente del tipo de deshidratación elegido por el fabricante, ¡pero también depende mucho de la calidad de su conservación!
Una vez que las células probióticas se han deshidratado, se puede privarlas de alimento y colocarlas en condiciones desfavorables sin temer que mueran. ¡Pero estas condiciones no deben ser demasiado desfavorables! Cuando se quita el agua de las células, los compuestos celulares se encuentranen contacto directo con el aire ambiente, ¡y especialmente con el oxígeno! Por tanto, el riesgo de “estrés oxidativo” es máximo. No solamente las células probióticas deshidratadas están más expuestas a las especies reactivas de oxígeno, sino que, además, éstas están privadas de su sistema antioxidante para combatirlas. Estos radicales libres – los mismos que contribuyen progresivamente a nuestro envejecimiento – degradan las membranas celulares, las proteínas intracelulares y el ADN (11) de las células hasta el punto de privarlas rápidamente de su viabilidad, una vez rehidratadas.
Por tanto, la primera precaución que hay que tomar para asegurar la viabilidad de los probióticos, es conservarlos en un recipiente hermético para limitar su contacto con el aire. Para ciertas cepas muy frágiles, el envasado individual de las cápsulas en blíster permite evitar renovar el aire contenido en el frasco, a cada apertura. También se puede limitar al máximo esta exposición al oxígeno utilizando una encapsulación particular: la encapsulación en microesferas. Los probióticos se cubren con micropartículas que forman una barrera física contra el medioambiente (12).
Los fabricantes también pueden utilizar trucos para limitar este fenómeno de estrés oxidativo interviniendo en el proceso de almacenamiento. Por ejemplo, es habitual añadir compuestos como prebióticos (SuperSmart utiliza inulina N. del E.) para remplazar las moléculas de agua y ayudar a que las estructuras celulares se mantengan. En efecto, sin agua, las estructuras como la membrana celular no son muy estables y los componentes tienen tendencia a desplazarse. Eso es lo que se denomina movilidad molecular: ésta contribuye a aumentar el estrés oxidativo y a disminuir la funcionalidad futura de la célula.
Asimismo es posible “estresar” a las células antes de liofilizarlas, de forma que éstas puedan aumentar sus mecanismos de defensas antioxidantes. El estrés provoca en éstas una sobreexpresión de ciertos genes implicados en la lucha contra este tipo de estrés, lo que las hace más resistentes en el momento del almacenamiento.
La exposición al aire libre es un factor importante de la viabilidad de los probióticos, pero la temperatura del lugar de almacenamiento es igualmente importante. Mientras que a las células probióticas les gusta el calor cuando se desarrollan, lo temen especialmente cuando están deshidratadas.
La explicación es muy sencilla: cuanto más se eleva la temperatura, más se agitan las moléculas. Se habla deagitación térmica. Una temperatura de 40° C es ideal para un probiótico en desarrollo, porque ésta favorece el movimiento de las moléculas y por tanto contribuye a las reacciones bioquímicas que permiten la vida. Pero en el caso de nuestros probióticos deshidratados, ¡no hay la menor reacción bioquímica! Al contrario, la puesta en movimiento de las células, en particular de las que constituyen la membrana plásmica, aumenta el riesgo de desorganización y de ruptura de los enlaces entre los componentes celulares, ya fragilizados por la ausencia de agua.
Por tanto, la segunda precaución que hay que tomar para mantener viables a los probióticos esconservarlos a baja temperatura . Esto no se aplica necesariamente a todos los probióticos: las levaduras y las esporas bacterianas (por ejemplo Bacillus subtitilis) son capaces de resistir a temperaturas muy elevadas debido a su composición celular específica, y por tanto no necesitan refrigeración. Pero, en general, cuanto más alta es la temperatura de almacenamiento, mayor es el riesgo de que el probiótico no sea viable . Este riesgo también aumenta proporcionalmente a la duración de la exposición a esta temperatura inadecuada. En otras palabras, si usted deja su bote de probióticos una noche a temperatura ambiente, porque ha olvidado ponerlo en el frigorífico, no tiene ninguna razón para preocuparse. Este intervalo de tiempo no es suficiente para acumular la cantidad de degradación necesaria para provocar una falta de viabilidad definitiva de los probióticos. En el peor de los casos, una fracción ínfima de los probióticos habrá tomado ese camino de no retorno.
De la misma manera, el envío de un bote de probióticos por vía postal no tiene ninguna consecuencia desafortunada para la viabilidad de los probióticos. Esto es todavía más cierto para los probióticos que se benefician de la tecnología DR Caps (la encapsulación en forma de micropartículas mencionada más arriba), los que han sido liofilizados en vez de atomizados y los que contienen compuestos protectores como la inulina (un glúcido no digerible extraído naturalmente de la raíz de la achicoria) (13). Para estos probióticos de calidad, unos estudios han mostrado que una conservación a temperatura ambiente (es decir que no supere los 21° C), y a un nivel de humedad bajo (enseguida volveremos sobre este tema), no se constata una reducción significativa al cabo de diez meses (14). La situación es radicalmente diferente si esos mismos probióticos son conservados durante diez meses a una temperatura de 37° C, ya que la casi totalidad de éstos pierden su viabilidad.
Por tanto, es importante asegurarse de que los probióticos estén conservados por el vendedor en un lugar seco y refrigerado . Si usted decide comprar un complemento probiótico en pleno verano, asegúrese de estar presente en su domicilio cuando lo entreguen para minimizar los riesgos de degradación. Los probióticos liofilizados y envasados en cápsulas tipo DR Caps conservan su viabilidad cuando están expuestos provisionalmente a temperaturas inapropiadas, como las que corresponden a periodos de olas de calor, pero es necesario que la situación no se prolongue. Preste mucha atención a volverlos a colocar sistemáticamente en el frigorífico después de cada uso: estos probióticos han sido fragilizados, no debe correrse ningún riesgo más.
En cambio, no debe preocuparse por los transportes en avión: los probióticos liofilizados no son dañados en absoluto por las temperaturas muy frías de las bodegas de carga. Al contrario, las temperaturas bajo cero conservan mucho mejor los probióticos que a temperatura ambiente.
El tercer factor que influye en la viabilidad de los probióticos es la humedad (o más exactamente la actividad del agua).
Usted ha visto que la cantidad de agua contenida en una célula probiótica es determinante para su conservación. Acuérdese: se quita el agua contenida en las células precisamente para poder conservarlos durante muchos meses. Ahora bien, cuando usted coloca un elemento pobre en agua en contacto con un aire rico en agua, se van a producir intercambios naturalmente para reequilibrar el contenido de agua de los dos elementos. En otras palabras, el elemento pobre en agua va a tener tendencia a absorber las cantidades de agua excedentarias del aire hasta que los dos elementos tengan el mismo contenido. Por tanto, su probiótico deshidratado – muy pobre en agua – tendrá una fuerte tendencia a absorber el agua del ambiente en el que haya sido colocado. Cuanto más húmedo sea el ambiente, más marcada será esta tendencia. Cuanto más marcada sea esta tendencia, más se enriquecerá en agua su probiótico y más frágil se volverá. Numerosos trabajos han mostrado que la humedad acelera mucho los daños causados a los probióticos (15-16), provocando especialmente reacciones de oscurecimiento y la aparición de productos de la reacción de Maillard. Estos daños reducen en gran medida la viabilidad de los probióticos.
Este tercer factor nos plantea un auténtico problema: el frigorífico es un medio más húmedo que el aire ambiente. Por tanto, es muy importante elegir probióticos envasados en cápsulas con un nivel de humedad muy bajo (un 4-6 % como en las DR Caps frente a un 10-16 % en las cápsulas convencionales), estando estas mismas contenidas en un recipiente hermético o en un blíster individual. Para tomar el máximo de precauciones, se recomienda asimismo colocar sus probióticos en la parte alta, más seca, del frigorífico.
Hay un cuarto factor que permite optimizar la viabilidad de los probióticos, es el modo de liberación de las cápsulas.
Una cápsula convencional se disuelve en el estómago bajo el efecto de la acidez del medio. En este lugar inhóspito es donde son liberados los miles de millones de probióticos deshidratados. Éstos son inmediatamente rehidratados y por tanto salen de su estado de latencia, pero deben sobrevivir a la acidez del estómago si quieren llegar vivos al intestino, un medio más clemente donde se dan todas las condiciones para su desarrollo. En teoría, la mayoría de las especies de probióticos de los géneros Lactobacillus, Bifidobacterium y Streptococus pueden sobrevivir al paso por el estómago – sobre todo si el complemento se ha tomado en ayunas por la mañana y las condiciones de almacenamiento han sido buenas –, pero en la práctica, una parte no desdeñable de éstos no lo logran.
Para evitar perder tontamente una parte significativa de los probióticos a dos pasos del intestino, se pueden utilizar unas cápsulas denominadas “gastrorresistentes” o “de liberación prolongada” . Son unas cápsulas que solo se desintegran una vez que han atravesado el estómago (con un retraso de 50 a 70 minutos respecto a la ingesta en las DR Caps, es decir 45 minutos después de las cápsulas convencionales). Esto permite a los probióticos evitar al máximo el contacto con los elementos ácidos del estómago.
Si usted ha estado atento/a, habrá sin duda comprendido que el número de CFU que figura en la etiqueta de un complemento de probióticos no vale gran cosa. No es el número de microorganismos contenidos en una cápsula lo que cuenta, sino el número de microorganismos que lleguen vivos a su intestino. Este número depende a la vez del fabricante, del transportista y del consumidor. Éste es, en resumen, el conjunto de los factores que hay que tener en cuenta para maximizar la viabilidad de los probióticos (17):
Idealmente, usted debería conservar en el frigorífico:
Usted puede conservar a temperatura ambiente (que no supere los 21° C) los probióticos siguientes:
¡No dude enviarnos otras preguntas sobre los probióticos! Para más información, usted también puede consultar este otro artículo dedicado a la duración necesaria de las curas de probióticos .
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